Muy antiguas eras tienen una inmensa, y a menudo desconcertante, atracción para la imaginación de los hombres. Cada vez que ellos están insatisfechos con sus circunstancias presentes, dan la espalda al pasado y esperan ser capaces de probar la veracidad del sueño inagotable de una edad de oro. Problablemente aún estén bajo el hechizo de su infancia, presentada por su memoria, en absoluto imparcial, como un periodo de dicha ininterrumpida.
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