El doctor Freud no sólo usó cocaína él mismo, sino que también la prescribió a sus pacientes. Y de ahí sacó sus generalizaciones. La cocaína es un fuerte estimulante sexual. Ese es el motivo de que todo lo que inventó -todos esos Edipos, esfinges y esfínteres- sea relevante solamente para la dimensión mental de un paciente cuyo cerebro ha sido convertido en huevos fritos por la cocaína. En tal estado, a uno ya sólo le queda realmente un problema: Qué hacer primero, tirarse a su madre o liquidar a su padre.

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