La conocí en el Barceló, el veintitantos de agosto pasado y, a la semana escasa, el día de mi cumpleaños, ¡zas, al catre! Si me hubiera estado como un gili viendo cómo la camelaban y cómo le metían mano los demás, a estas horas estaba como usted.
-Sí, eso está muy bien, pero a mí me da por pensar que eso no es más que cuestión de suerte.
Ventura salto en el asiento.
-¿Suerte? ¡Ahí está el error! la suerte no existe, amigo mío, la suerte es como las mujeres, que se entrega a quienes la persiguen y no a quien las ve pasar por la calle sín decirles ni una palabra.
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