El Páramo

EL PÁRAMO


Los huérfanos se han formado en las pradera
libres. Ejecutan solamente las veleidades de su albedrío.

Han descubierto los secretos de la medicina
rústica, mirando las costumbres de los animales. Discurren sobre
los ejemplares de la selva, desde el cedro hasta el hisopo, a semejanza
de Salomón, el monarca feliz. Un oso les ha cedido su caverna,
usando la condescendencia de un abuelo. Un pájaro estridente les
enseña el pronóstico de la lluvia.

Cantan en el retiro de la noche y el sapo verdinegro
danza en dos pies delante de una luna mortal.

Disipan las visiones de la sombra y del miedo
agitando en el aire un ramo de verbena céltica.

Se abstienen de encender lumbre en los días
sujetos a una constelación inicua. Una figura sangrienta,
vestida con la sotana de los supliciados, divide las fauces de la
tierra y se declara su progenitor.

Los huérfanos la ahuyentan
dirigiéndole motes indignos, reservados para el topo y
demás criaturas de vivienda sórdida.


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