Adán Y Eva I

—Estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurre
nunca nada. No nos conocíamos. Eva, levántate.

—Tengo amor, sueño, hambre. ¿Amaneció?.

—Es de día, pero aún hay estrellas. El sol viene de lejos
hacia nosotros y empiezan a galopar los árboles. Escucha.

—Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y huelo
a ti.

Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que los
dos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban con
el agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños peces
equivocados les mordían las piernas.
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