Guatimozín, último emperador de México
Gualcazinla contemplaba con ojos enjutos el cuerpo de su esposo meciéndose en el aire con los convulsivos estremecimientos de la última agonía; pero había desaparecido repentinamente de su rostro aquella expresión de estúpida demencia que hacía tres años llevaba sin cesar impresa. Un golpe terrible dado a su corazón había trastornado su entendimiento; otro golpe igualmente doloroso acababa de restituirle la razón.
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