A Kepler, solo le interesaba la búsqueda de un cosmos basado en los sólidos perfectos. Un sistema cósmico que solo existió en su mente. Sin embargo, en su obra, aparecen leyes que atañen a toda la naturaleza, reglas que se aplican a la Tierra y a los cielos. Podemos encontrar una resonancia, una armonía, entre lo que pensamos como funciona el mundo. Al descubrir que su creencia, no coincidía, con las observaciones, aceptó los desagradables hechos. Prefirió la dura verdad... a sus más queridas ilusiones. Ése es el corazón de la ciencia.

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