Si, con relación a esto, me dijérais: ‘[...] te absolvemos, pero con esta condición: con la condición de que dejes esos diálogos examinatorios y ese filosofar; pero si eres sorprendido practicando eso todavía, morirás’ [...], yo os respondería: ‘[...] os estimo, atenienses, pero obedeceré al dios antes que a vosotros y, mientras tenga aliento y pueda, no cesaré de filosofar, de exhortaros y de hacer demostraciones a todo aquel de vosotros con quien tope [...]. Pues eso es lo que ordena el dios [...] Atenienses, tened presente que yo no puedo obrar de otro modo, ni aunque se me impongan mil penas de muerte; [...] absolvedme o no me absolváis’