Algunos Poemas

Nubes

Yo

pastor de bulevares


desataba los bancos
y sentado en la orilla corriente del paseo
dejaba divagar mis corderos escolares

Todo había cesado
Mi cuademo

única fronda del invierno
y el quiosco bien anclado entre la espuma

Yo pensaba en los lechos sin rumbo siempre frescos
para fumar mis versos y contar las estrellas

Yo pensaba en mis nubes


olas tibias del cielo
que buscan domicilio sin abatir el vuelo

Yo pensaba en los pliegues de las mañanas bellas
planchadas al revés que mi pañuelo

Pero para volar
es menester que el sol pendule
y que gire en la mano nuestra esfera armilar

Todo es distinto ya

Mi corazón bailando equivoca a la estrella
y es tal la fiebre y la electricidad
que alumbra incandescente la botella

Ni la torre silvestre
distribuye los vientos girando lentamente
ni mis manos ordeñan las horas recipientes

Hay que esperar el desfile
de las borrascas y las profecías
Hay que esperar que nazca de la luna
el pájaro mesías

Todo tiene que llegar

El oleaje del cine es igual que el del mar
Los días lejanos cruzan por la pantalla
Banderas nunca vistas perfuman el espacio
y el teléfono trae ecos de batalla

Las olas dan la vuelta al mundo
Ya no hay exploradores del polo y del estrecho
y de una enfermedad desconocida
se mueren los turistas
la guía sobre el pecho

Las olas dan la vuelta al mundo

Yo me iría con ellas

Ellas todo lo han visto
No retornan jamás ni vuelven la cabeza
almohadas desahuciadas y sandalias de Cristo

Dejadme recostado eternamente

Yo fumaré mis versos y llevaré mis nubes
por todos los caminos de la tierra y del cielo
Y cuando vuelva el sol en su caballo blanco
mi lecho equilibrado alzaré al cielo.

Torerillo En Triana

Torerillo en Triana,
frente a Sevilla.
Cántale a la sultana
tu seguidilla.

Sultana de mis penas
y mi esperanza.
Plaza de las Arenas
de la Maestranza.

Arenas amarillas,
palcos de oro.
Quién viera a las mulillas
llevarme el toro.

Relumbrar de faroles
por mí encendidos.
Y un estallido de oles
en los tendidos.

Arenal de Sevilla,
Torre del Oro.
Azulejo a la orilla
del río moro.

Azulejo bermejo,
sol de la tarde.
No mientas, azulejo,
que soy cobarde.

Guadalquivir tan verde
de aceite antiguo.
Si el barquero me pierde
yo me santiguo.

La puente no la paso,
no la atravieso.
Envuelto en oro y raso
no se hace eso.

Ay, río de Triana,
muerto entre luces,
no embarca la chalana
los andaluces.

Ay, río de Sevilla,
quién te cruzase
sin que mi zapatilla
se me mojase.

Zapatilla escotada
para el estribo.
Media rosa estirada
y alamar vivo.

Tabaco y oro. Faja
salmón. Montera.
Tirilla verde baja
por la chorrera.

Capote de paseo.
Seda amarilla.
Prieta para el toreo
la taleguilla.

La verónica cruje.
Suenan caireles.
Que nadie la dibuje.
Fuera pinceles.

Banderillas al quiebro.
Cose el mihura
el arco que le enhebro
con la cintura.

Torneados en rueda,
tres naturales.
Y una hélice de seda
con arrabales.

Me perfilo. La espada.
Los dedos mojo.
Abanico y mirada.
Clavel y antojo.

En hombros por tu orilla,
Torre del Oro.
En tu azulejo brilla
sangre de toro.

Si salgo en la Maestranza,
te bordo un manto,
Virgen de la Esperanza,
de Viernes Santo.

Adiós, torero nuevo,
Triana y Sevilla,
que a Sanlúcar me llevo
tu seguidilla.
Poeta español, miembro destacado de la generación del 27, de obra abundante y de gran honestidad literaria apoyada en un impulso poético auténtico. Nació en Santander y simultaneó sus estudios de bachillerato con los de piano, instrumento del que llegará a ser un consumado intérprete. A los 13 años realiza sus primeros intentos poéticos. Doctor en Filosofía y Letras, en 1920 obtiene una cátedra de instituto y publica su primer libro de poemas, El romancero de la novia. Gana el Premio Nacional de Literatura en 1925 por su libro Versos humanos. Comienza a publicar las revistas Carmen y Lola, de carácter vanguardista, en 1927. En 1932 recopila la influyente antología Poesía española contemporánea (1915-1932), e inicia sus tareas como crítico musical en varios diarios. En 1939 se traslada al instituto Beatriz Galindo de Madrid donde permanecerá hasta su jubilación en 1966. Es elegido por unanimidad miembro de la Real Academia Española en 1947. Vuelve a obtener el Premio Nacional de Literatura en 1956. En 1980 se le concede el Premio Cervantes. Muere en Madrid en 1987 y es sepultado en el cementerio de Pozuelo de Alarcón. Su poesía, caracterizada por una fecunda variedad, suele dividirse en dos tendencias. Una que sigue los derroteros de la tradición, y otra que le hace ser un avanzado vanguardista. El propio poeta dirá: "Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela -nueva- para mi uso personal e intransferible." Con todo, su obra adquiere un carácter unitario superando esas diferencias formales entre poesía de "creación" y poesía de "expresión" que se funden en una aventura poética de creación en plena libertad. Y así el impulso experimental no está ajeno incluso en sonetos de corte tradicional donde aparece un constante deseo de renovación y de búsqueda. Dentro de la poesía "de expresión" destacan libros como Versos humanos (1955) y Nocturnos de Chopin (1963), donde se advierte una influencia simbolista y una tendencia presente en gran parte de su poesía de traducir las sensaciones originadas por la audición de la música. Utiliza con frecuencia el romance, lo que indica influencia del Juan Ramón Jiménez primero, considerado uno de los grandes maestros por los poetas más jóvenes. Otras obras importantes dentro de esta tendencia son Angeles de Compostela (1940), Alondra de la verdad (1941), Canciones (1959) y Odas morales (1966), todas ellas muy logradas en el aspecto formal. La crítica, sin embargo, considera que la mayor importancia histórica de Gerardo Diego reside en su obra vanguardista que inicia desde muy joven y se prolonga durante toda su vida, llegando a desarrollar al respecto una teoría en la que se desmarca de otras experiencias vanguardistas como el surrealismo o el ultraísmo, corriente en la que podría incluirse uno de sus libros iniciales como Evasión (1919). Imagen (1922) es un poemario donde el poeta se dedica a la consecución de una imagen compleja que no refleja nada sino que es apariencia de sí misma. Manual de espumas (1924), Fábula de Equis y Zeda (1932), Poemas adrede (1932) y Limbo (1951) lo presentan como un poeta creacionista que supera al propio Vicente Huidobro, con gran sentido del juego léxico que, sin embargo, sugiere unos planteamientos inquietantes. En ellos la audacia de sus rimas no tiene parangón en la poesía en lengua española, su puntuación crea climas desconcertantes y la palabra poética termina por resultar absoluta, libre e independiente. En 1989 apareció, en dos tomos, su Poesía completa, que él mismo había preparado antes de su muerte.  
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