Algunos Poemas

Oda Vii El Gabinete

¡Qué ardor hierve en mis venas!
¡Qué embriaguez! ¡Qué delicia!
¡Y en qué fragante aroma
se inunda el alma mía!

Éste es de Amor un templo:
doquier torno la vista
mil gratas muestras hallo
del numen que lo habita.

Aquí el luciente espejo
y el tocador, do unidas
con el placer las Gracias
se esmeran en servirla,

y do esmaltada de oro
la porcelana rica
del lujo preparados
perfumes mil le brinda,

coronando su adorno
dos fieles tortolitas,
que entreabiertos los picos
se besan y acarician.

Allí plumas y flores,
el prendido y la cinta
que del cabello y frente
vistosa en torno gira,

y el velo que los rayos
con que sus ojos brillan,
doblándoles la gracia,
emboza y debilita.

Del cuello allí las perlas,
y allá el corsé se mira
y en él de su albo seno
la huella peregrina.

¡Besadla, amantes labios...!
¡besadla...! Mas tendida
la gasa que lo cubre
mis ojos allí fija.

¡Oh, gasa...! ¡qué de veces...!
El piano...Ven, querida,
ven, llega, corre, vuela,
y mi impaciencia alivia.

¡Oh! ¡cuánto en la tardanza
padezco! ¡Cuál palpita
mi seno! ¡En qué zozobras
mi espíritu vacila!

En todo, en todo te halla
mi ardor... Tu voz divina
oigo feliz... Mi boca
tu suave aliento aspira;

y el aura que te halaga
con ala fugitiva,
de tus encantos llena,
me abraza y regocija.

Mas... ¿si serán sus pasos...?
Sí, sí; la melodía
ya de su labio oyendo,
todo mi ser se agita.

Sigue en tus cantos, sigue;
vuelve a sonar de Armida
los amenazantes gritos,
las mágicas caricias.

Trine armonioso el piano;
y a mi rogar benigna,
cual ella por su amante,
tú así por mí delira.

Clama, amenaza, gime;
y en quiebros y ansias rica,
haz que ardan nuestros pechos
en sus pasiones mismas,

que tú cual ella anheles
ciega de amor y de ira
y yo rendido y dócil
tu altiva planta siga.

Y tú sostenme, ¡oh Venus!
sostenme, que la vida
entre éxtasis tan gratos
débil sin ti peligra.

Al Sol

Salud, oh sol glorioso,
adorno de los cielos y hermosura,
fecundo padre de la lumbre pura;
oh rey, oh dios del día,
salud; tu luminoso
rápido carro guía
por el inmenso cielo,
hinchendo de tu gloria el bajo suelo.

Ya velado en vistosos
albores alzas la divina frente,
y las cándidas horas tu fulgente
corte alegres componen.
Tus caballos fogosos
a correr se disponen
por la rosada esfera
su inmensurable, sólita carrera.

Te sonríe la aurora,
y tus pasos precede, coronada
de luz, de grana y oro recamada.
Pliega su negro manto
la noche veladora;
rompen en dulce canto
las aves; cuanto alienta,
saltando de placer, tu pompa aumenta.

Todo, todo renace
del fúnebre letargo en que envolvía
la inmensa creación la noche fría.
La fuente se deshiela,
suelto el ganado pace,
libre el insecto vuela,
y el hombre se levanta
extático a admirar belleza tanta.

Mientras tú, derramando
tus vivíficos fuegos, las riscosas
montañas, las llanadas deliciosas,
y el ancho mar sonante
vas feliz colorando;
ni es el cielo bastante
a tu carrera ardiente
de las puertas del alba hasta occidente,

que en tu luz regalada,
más que el rayo veloz, todo lo inundas,
y en alas de oro rápido circundas
el ámbito del suelo;
el África tostada,
las regiones del hielo
y el Indo celebrado
son un punto en tu círculo dorado.

¡Oh, cuál vas! ¡cuán gloriosa
del cielo la alta cima enseñoreas,
lumbrera eterna, y con tu ardor recreas
cuanto vida y ser tiene!
Su ancho gremio amorosa
la tierra te previene;
sus gérmenes fecundas,
y en vivas flores súbito la inundas.

En la rauda corriente
del Oceano, en conyugales llamas
los monstruos feos de su abismo inflamas;
por la leona fiera
arde el león rugiente;
su pena lisonjera
canta el ave, y sonando
el insecto a su amada va buscando.

¡Oh Padre! ¡oh rey eterno
de la naturaleza! a ti la rosa,
gloria del campo, del favonio esposa,
debe aroma y colores,
y su racimo tierno
la vid, y sus olores
y almíbar tanta fruta
que en feudo el rico otoño te tributa.

Y a ti del caos umbrío
debió el salir la tierra tan hermosa,
y debió el agua su corriente undosa,
y en luz resplandeciente
brillar el aire frío,
cuando naciste ardiente
del tiempo el primer día,
¡oh de los astros gloria y alegría!

Que tú en profusa mano
tus celestiales y fecundas llamas,
fuente de vida, por doquier derramas,
con que súbito el suelo,
el inmenso Oceano
y el trasparente cielo
respiran: todo vive,
y nuevos seres sin cesar recibe.

Próvido así reparas
de la insaciable muerte los horrores;
las víctimas que lanzan sus furores
en la región sombría,
por ti a las luces claras
tornan del almo día,
y en sucesión segura,
de la vida el raudal eterno dura.

Si mueves la flamante
cabeza, ya en la nube el rayo ardiente
se enciende, horror al alma delincuente;
el pavoroso trueno
retumba horrisonante,
y de congoja lleno,
tiembla el mundo vecina
entre aguaceros su eternal ruina.

Y si en serena lumbre
arder velado quieres, en reposo
se aduerme el universo venturoso,
y el suelo reflorece.
La inmensa muchedumbre
ante ti desparece
de astros en la alta esfera,
donde arde sólo tu inexhausta hoguera.

De ella la lumbre pura
toma que al mundo plácida derrama
la luna, y Venus su brillante llama;
mas tu beldad gloriosa
no retires: oscura
la luna alzar no osa
su faz, y en hondo olvido
cae Venus, cual si nunca hubiera sido.

Pero ya fatigado
en el mar precipitas de occidente
tus flamígeras ruedas. ¡Cuál tu frente
se corona de rosas!
¡Qué velo nacarado!
¡Qué ráfagas vistosas
de viva luz recaman
el tendido horizonte, el mar inflaman!

La vista embebecida
puede mirar la desmayada lumbre
de tu inclinado disco; la ardua cumbre
de la opuesta montaña
la refleja encendida
y en púrpura se baña,
mientras la sombra oscura
cubriendo cae del mundo la hermosura.

¡Qué magia, qué ostentosas
decoraciones, qué agraciados juegos
hacen doquiera tus volubles fuegos!
El agua, de ellos llena,
arde en llamas vistosas,
y en su calma serena
pinta ¡oh pasmo! el instante
do al polo opuesto te hundes centellante.

¡Adiós, inmensa fuente
de luz, astro divino; adiós, hermoso
rey de los cielos, símbolo glorioso
del Excelso! y si ruego
a ti alcanza ferviente,
cantando tu almo fuego
me halle la muerte impía
a un postrer rayo de tu alegre día.

De Un Cupido

Al partir y dejarla,
medrosa de mi olvido,
me dio para memoria
Dorila un Cupidillo,

diciéndome: «En mi seno
ya queda, zagal mío,
si tú la imagen llevas,
por señor el dios mismo.

Ten cuenta, pues, que el tuyo
le guarde bien, y fino
por él sin cesar oigas
la voz de mi cariño;

que aunque cruel te alejas,
con mi anhelar te sigo,
y en cuantos pasos dieres
siempre estaré contigo,

cual tú en toda mi alma;
que este donoso niño
sabrá tu fe guardarme,
tornarte mis suspiros».

Y de marfil labrado
diome un Amor tan lindo,
que viéndole aun Citeres
creyera ser su hijo:

vendados los ojuelos,
luengo el cabello y rizo,
las alitas doradas
y en la diestra sus tiros,

la aljaba al hombro bello
y el arco suspendidos,
que escarmentados temen
los dioses del Olimpo;

arterillo el semblante
cuan vivaz y festivo,
y así como temblando
por su nudez de frío.

Yo, solícito, al verle
tan risueño y benigno,
los más dulces requiebros
inocente le digo;

y encantado en sus gracias,
bondadoso y sencillo,
cual un dije precioso
le contemplo y admiro.

Ya le tomo en mis brazos,
ya a mis labios le aplico,
con mi aliento le templo
y en mi pecho le abrigo.

Mas tornando a mirarle,
con él juego y me río,
y en mil besos y halagos
las finezas repito,

tras las cuales le vuelvo
de mi seno al asilo,
do aun más tierno le guardo,
más vivaz le acaricio,

cuando súbito siento
tan ardientes latidos,
como cuando en el tuyo,
Dorila, me reclino.

¿Y qué fue? Que en el hondo
se me entró el fementido
del corazón llagado,
para aun más afligirlo.

El Céfiro

¡Cuál vaga en la floresta
el céfiro süave!
¡Cuál con lascivo vuelo
sus frescas alas bate,

sus alas delicadas,
que forman al mirarse
del sol en los reflejos
mil visos y cambiantes!

¡Cuán licencioso corre
de flor en flor, y afable
con soplo delicioso
las mece y se complace!

Ahora a un lirio llega,
ahora el jazmín lame,
la madreselva agita
y a los tomillos parte,

do entre mil amorcitos
vuela y revuela fácil
y los besa y escapa
con alegre donaire.

La tierna hierbezuela
se estremece delante
de sus soplos sutiles
y en ondas mil se abate.

Él las mira y se ríe,
y el susurro que hacen
le embelesa, y atento
se suspende a gozarle.

Luego rápido vuelve,
y alegre por los valles
no hay planta que no toque,
ni tallo que no halague.

Verasle ya en la cima
del olmo entre las aves
seguir con dulce silbo
sus trinos y cantares,

y en un punto en el suelo
acá y allá tornarse
con giro bullicioso,
festivo y anhelante.

Verasle entre las rosas
metido salpicarse
las plumas del rocío
que inquieto les esparce.

Verasle de sus hojas
lascivo abrir el cáliz
y empaparse las alas
de su aroma fragante.

Batiendo del arroyo
con ellas los cristales
verasle formar ledo
mil ondas y celajes.

Parece cuando vuela
sobre ellos que cobarde,
las puntas ya mojadas,
no acierta a retirarse.

¿Pues qué, si al prado siente
que las zagalas salen?
Verás a las más bellas
mil vueltas y mil darle.

Ora entre sus cabellos
se enreda y se retrae,
el seno les refresca
y ondéales el talle.

Sube alegre a los ojos,
y en sus rayos brillantes
se mira y da mil vueltas
sin que la luz le abrase.

Por sus labios se mete
y al punto raudo sale;
baja al pie y se lo besa,
y anda a un tiempo en mil partes.

Así el céfiro alegre,
sin nada cautivarle,
de todo lo más bello
felice gozar sabe.

Sus alas vagarosas
con giros agradables
no hay flor que no sacudan,
ni rosa que no abracen.

¡Ay Lisi!, ejemplo toma
del céfiro inconstante;
no con Aminta sólo
tu fino amor malgastes.

Oda Xxx De Las Navidades A Jovino

Pues vienen Navidades,
cuidados abandona
y toma por un rato
la cítara sonora.

Cantaremos, Jovino,
mientras que el Euro sopla,
con voces acordadas
de Anacreón las odas,

o a par del dulce fuego
las fugitivas horas
engañaremos juntos
en pláticas sabrosas.

Ellas van, y no vuelven
de las nocturnas sombras:
¿por qué, pues, con desvelos
hacerlas aún más cortas?

Yo vi en mi primavera
mi barba vergonzosa,
cual el dorado vello
que el albérchigo brota,

y en mis cándidas sienes
el oro en hebras rojas,
que ya los años tristes
oscuras me las tornan.

Yo vi al abril florido
que el valle alegre borda,
y al abrasado julio
vi marchitar su alfombra.

Vino el opimo octubre,
las uvas se sazonan;
mas el diciembre helado
le arrebató su pompa.

Los días y los meses
escapan como sombra,
y a los meses los años
suceden por la posta.

Así, a la triste vida
quitemos las zozobras
con el dorado vino
que bulle ya en la copa.

¿Quién los cuidados tristes
con él no desaloja
y al padre Baco canta
y a Venus Ciprïota?

Ciñámonos las sienes
de hiedra vividora;
brindemos; y aunque el Euro
combata con el Bóreas,

¿qué a nosotros su silbo,
si el pecho alegre goza
de Baco y sus ardores,
de Venus y sus glorias?

Acuérdome una tarde,
cuando Febo en las ondas
bañaba despeñado
su fúlgida carroza,

que yo al hogar cantaba
de mi inocente choza,
mientras bailaban juntos
zagales y pastoras,

de nuestro amor sencillo
la suerte venturosa,
riquísimo tesoro
que en ti mi pecho goza.

Y haciendo por tu vida,
que tanto a España importa,
mil súplicas al cielo
con voces fervorosas,

cogí en la diestra mano,
cogí la brindadora
taza y con sed amiga
por ti la apuré toda.

Quedaron admirados
zagales que blasonan
de báquicos furores
al ver mi audacia loca;

mas yo tornando al punto
con sed aun más beoda
segunda vez librela
del néctar que la colma,

cantando enardecido
con lira sonorosa
tu nombre y las amables
virtudes que le adornan.

Oda Iv El Consejo Del Amor

Pensativo y lloroso,
contemplando cuán tibia
Dorila mi amor oye
por hermosa y por niña,

al margen de una fuente
me asenté cristalina,
que un rosal adornaba
con su pompa florida.

El voluble murmullo
de sus plácidas linfas
de mis penas agudas
amainaba las iras;

y en sus ondas rientes
encantada la vista,
invisibles cual ellas mis
cuidados se huían,

cuando en torno una rosa
que besar solicita
volar vi a un cefirillo
con ala fugitiva,

y entre blandos susurros
en voz dulce y sumisa
entendí que a la bella
cariñoso decía:

«¿Dó, insensible, te vueltes?
¿Por qué, injusta, te privas
en mis juegos vivaces
de mil tiernas caricias?

Mírame que rendido
cuando humillar podría
con soplo despeñado
tu presunción esquiva,

que te tornes te ruego,
y a mis labios permitas
que los ámbares gocen
que en tus hojas abrigas.

No temas, no, que ofendan
con culpable osadía
su rosicler hermoso,
aunque blanda te rindas.

Aun más fino que ardiente,
a nada más aspiran
que a un inocente beso
las esperanzas mías.

Por ti dejé en el valle,
por ti, beldad altiva,
con vuelo desdeñoso,
mil lindas florecitas .

Tú sola me embebeces,
tú sola», repetía
el céfiro, y más suelto
en torno de ella gira,

cuando súbito noto
que la rosa rendida
le presenta su seno,
y él cien besos le liba,

con los cuales mimosa
de aquí y de allá se agita,
otros y otros buscando
que muy más la mecían.

Y en aquel mismo punto
escuché que benigna
nueva voz me alentaba,
nuncio fiel de mis dichas:

«No de tímido ceses;
insta, anhela, suplica,
cefirillo incesante
de tu rosa Dorila;

y en sus dulces canciones
delicada tu lira
su tibieza y sus miedos
cual la nieve derritan.

Verás cómo a tus ansias
cede al fin y propicia
las finezas atiende,
por ti ciega suspira,

apurando en mi copa
las inmensas delicias
que a mis más fieles guardo,
que mi afecto le brinda».

Del Amor fue el consejo;
y así luego entre risas
vi a la esquiva en mis brazos
como mil rosas fina.
Meléndez Valdés y su época
Bicentenario Juan Meléndez Valdés. Micropíldora 2
JUAN MELÉNDEZ VALDÉS
Bicentenario Juan Meléndez Valdés. Micropíldora 3
Juan Meléndez Valdés - De la nieve -Oda XLVII
Juan Meléndez Valdés - A unos lindos ojos
Juan Meléndez Valdés - De los besos de amor - Oda III
Inaugurada la Casa Museo de Juan Meléndez Valdés en Ribera del Fresno
Letrilla a unos lindos ojos, de Juan Meléndez Valdés | Poesía en castellano
La flor del Zurguen, Juan Melendez Valdes, Miguel Gómez Naharro - cover Juan Bravo.
Vídeo Bicentenario Meléndez Valdés
Después que hubo gustado de Filis la paloma, de Juan Meléndez Valdés
Homenaje a Meléndez Valdés
Elegía III. La partida Juan Meléndez Valdés (Por Gabriela Ruiz Vera)
Juan Meléndez Valdés: EL AMOR MARIPOSA [Poema]
BIcentenario Meléndez Valdés. Micropíldora 1
Trailer Juan Melendez 6446
Juan Melendez Album: Moldeame
Juan Meléndez 6446 con subtítulos en español
ODA ANACREONTICA - DE MIS NIÑECES, JUAN MELENDEZ VALDEZ
Entre tantos halagos y amorosos cariños, de Juan Meléndez Valdés
Canción de Juan Meléndez Valdés
Transmisión en directo de Juan Melendez
Dr. Juan Meléndez
Juan Melendez - "Presumed Guilty: An extraordinary story..."
Villancico Ven a cantar CEIP Meléndez Valdés 2019
Villancico "Ven a cantar" CEIP Meléndez Valdés (2019)
Fotos del ceip Meléndez Valdés de Ribera del Fresno
El amor mariposa
Entrevista con Dr. Juan Meléndez (parte 1)
150 Sones Jarochos | Juan Meléndez de la Cruz
GALA FIN CURSO MELÉNDEZ VALDÉS
Feliz Navidad 2014!!!
Remembranzas - Juan D'Arienzo & Jorge Valdez - Tango
CEIP Meléndez Valdés. En apoyo a nuestros alumnos
Cristian Castro Y Juan Gabriel - Mañana Mañana - En Vivo 2004
NAVIDAD 2020- VISITA DE LOS REYES MAGOS-CEIP MELÉNDEZ VALDÉS
JUAN PEDRO VIÑUELA . PROFESOR DEL I.E.S. MELENDEZ VALDES. 4ª PARTE
Caminamos a tu lado
Dip. Juan Meléndez (PRI) - Iniciativa
Los Vendavales de Adán Meléndez - Quiero Saber de Ti (Video Oficial)
Cuento 18. Lo que sucedió a don Pedro Meléndez de Valdés cuando se le rompió... | El conde Lucanor
Juan Melendez Speaks - Metro Hall, Toronto (2 of 2)
Festival Carnaval 2015
Entrevista Micky Bolaños tras su visita a Ribera del Fresno y CEIP Meléndez Valdés.
PROFESORES DEL IES MELENDEZ VALDES CONTRA LA LOMCE. INTERVENCIÓN DE JUAN PEDRO VIÑUELA
DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO IES MELÉNDEZ VALDÉS
JUAN MELENDEZ
JUAN MELENDEZ
Leoni Torres - Idilio (Video Oficial) [Remaster | HD]

Véase también

A quién le gusta

Seguidores