Elegía De La Rosa Blanca

ELEGÍA DE LA ROSA BLANCA

Fuiste cuando el silencio era una voz de llovizna,

cuando sabias corolas daban el equilibrio al corazón de junio

y claras lunas tibias como pequeñas ruedas

llevaron al abismo los insomnios por turbios

y los deseos por vivos y angustiados.

Indelicada rosa blanca.

Desesperada rosa tierna.

Dueña del infinito y precursora de la contemplación y el tedio.

Rosa blanca: viviste puramente,

como apasionada y cansada frialdad,

como alba derrotista.

Eras como un dolor inmóvil

pero ceñido de ansias.

Te guardaba en mis manos creyéndote un silencio de nieve.

Eras torre y sirena.

Eras madera blanca o brisa.

Eras estrella distraída.

En las noches parecías una selva despierta,

muy mojada. Y al día

siguiente eras perla gigante

o tremenda montaña

o cristalina y rauda flor del tiempo.

Yo te seguía con furia y esperanza.


Vivo dueño de nada con tu muerte.


Vivo como una astilla de tristeza.

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