Las Voces Prohibidas

LAS VOCES PROHIBIDAS

Más despacio que nunca, casi agónicas,

marchan y duelen estas voces o estrellas.

Húmedos pies descalzos, breves pieles,

dulce origen, impío desorden. Voces

que purifican lo que tocan. Voces

todo milagro. Suaves voces de amor.

Voces para decir amor toda la vida

y todo el santo día y a la lenta distancia

de una noche de sueño, amor y voces.

Cálidas o despiertas, dormidas o ya frías,

estas voces se pegan a los labios

y dicen y se dicen altos, duros misterios,

prohibidos latidos, esbeltos calosfríos.


Despaciosas y firmes, llegan como

las bestias, crecen como el encino,

y no hay en ellas nada que no sea verdadero.

Pero duelen. Son dardos de amorosa ponzoña

y dan la seca muerte del olvido.

No perdonan, no aman,

no son ríos serenos sino fuego,

ardiente maldición, dolorosa quietud.

Vienen así, calladas, caminando caminos

de helado polvo. Son las voces

que ya nunca se dicen.


Por eso duelen y por eso ardo

junto a ellas, como al pie de una hoguera.

Ardo y adoro al mismo tiempo

porque nada me callan o no me dicen nada.

Asciendo rudas catedrales de miedo

y el vacío es un lago de hambre y sal.

Me maldigo con ellas

pero duermo con ellas.

Cuando la sed se haya quemado

en mi garganta,

cuando no tenga paz ni amor,

cuando todo sea voces y no llantos,

una pequeña sombra habrá a mi lado.

No la rosa del ansia ni el clavel de miseria,

sino la joven luz del alba,

la joven voz del alba mía.

20 de julio de 1960

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