El Céfiro
¡Cuál vaga en la floresta
el céfiro süave!
¡Cuál con lascivo vuelo
sus frescas alas bate,
sus alas delicadas,
que forman al mirarse
del sol en los reflejos
mil visos y cambiantes!
¡Cuán licencioso corre
de flor en flor, y afable
con soplo delicioso
las mece y se complace!
Ahora a un lirio llega,
ahora el jazmín lame,
la madreselva agita
y a los tomillos parte,
do entre mil amorcitos
vuela y revuela fácil
y los besa y escapa
con alegre donaire.
La tierna hierbezuela
se estremece delante
de sus soplos sutiles
y en ondas mil se abate.
Él las mira y se ríe,
y el susurro que hacen
le embelesa, y atento
se suspende a gozarle.
Luego rápido vuelve,
y alegre por los valles
no hay planta que no toque,
ni tallo que no halague.
Verasle ya en la cima
del olmo entre las aves
seguir con dulce silbo
sus trinos y cantares,
y en un punto en el suelo
acá y allá tornarse
con giro bullicioso,
festivo y anhelante.
Verasle entre las rosas
metido salpicarse
las plumas del rocío
que inquieto les esparce.
Verasle de sus hojas
lascivo abrir el cáliz
y empaparse las alas
de su aroma fragante.
Batiendo del arroyo
con ellas los cristales
verasle formar ledo
mil ondas y celajes.
Parece cuando vuela
sobre ellos que cobarde,
las puntas ya mojadas,
no acierta a retirarse.
¿Pues qué, si al prado siente
que las zagalas salen?
Verás a las más bellas
mil vueltas y mil darle.
Ora entre sus cabellos
se enreda y se retrae,
el seno les refresca
y ondéales el talle.
Sube alegre a los ojos,
y en sus rayos brillantes
se mira y da mil vueltas
sin que la luz le abrase.
Por sus labios se mete
y al punto raudo sale;
baja al pie y se lo besa,
y anda a un tiempo en mil partes.
Así el céfiro alegre,
sin nada cautivarle,
de todo lo más bello
felice gozar sabe.
Sus alas vagarosas
con giros agradables
no hay flor que no sacudan,
ni rosa que no abracen.
¡Ay Lisi!, ejemplo toma
del céfiro inconstante;
no con Aminta sólo
tu fino amor malgastes.
el céfiro süave!
¡Cuál con lascivo vuelo
sus frescas alas bate,
sus alas delicadas,
que forman al mirarse
del sol en los reflejos
mil visos y cambiantes!
¡Cuán licencioso corre
de flor en flor, y afable
con soplo delicioso
las mece y se complace!
Ahora a un lirio llega,
ahora el jazmín lame,
la madreselva agita
y a los tomillos parte,
do entre mil amorcitos
vuela y revuela fácil
y los besa y escapa
con alegre donaire.
La tierna hierbezuela
se estremece delante
de sus soplos sutiles
y en ondas mil se abate.
Él las mira y se ríe,
y el susurro que hacen
le embelesa, y atento
se suspende a gozarle.
Luego rápido vuelve,
y alegre por los valles
no hay planta que no toque,
ni tallo que no halague.
Verasle ya en la cima
del olmo entre las aves
seguir con dulce silbo
sus trinos y cantares,
y en un punto en el suelo
acá y allá tornarse
con giro bullicioso,
festivo y anhelante.
Verasle entre las rosas
metido salpicarse
las plumas del rocío
que inquieto les esparce.
Verasle de sus hojas
lascivo abrir el cáliz
y empaparse las alas
de su aroma fragante.
Batiendo del arroyo
con ellas los cristales
verasle formar ledo
mil ondas y celajes.
Parece cuando vuela
sobre ellos que cobarde,
las puntas ya mojadas,
no acierta a retirarse.
¿Pues qué, si al prado siente
que las zagalas salen?
Verás a las más bellas
mil vueltas y mil darle.
Ora entre sus cabellos
se enreda y se retrae,
el seno les refresca
y ondéales el talle.
Sube alegre a los ojos,
y en sus rayos brillantes
se mira y da mil vueltas
sin que la luz le abrase.
Por sus labios se mete
y al punto raudo sale;
baja al pie y se lo besa,
y anda a un tiempo en mil partes.
Así el céfiro alegre,
sin nada cautivarle,
de todo lo más bello
felice gozar sabe.
Sus alas vagarosas
con giros agradables
no hay flor que no sacudan,
ni rosa que no abracen.
¡Ay Lisi!, ejemplo toma
del céfiro inconstante;
no con Aminta sólo
tu fino amor malgastes.
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