Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera

1859-12-22
1895-02-03
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Algunos Poemas

La Misa De Las Flores

Boileau se queda en el aula
y Voltaire en la ciudad.
¡Musa, al campo! ¡Abre la jaula!
¡Señores versos, entrad!

Alce la oda en el bosque
su deslumbrante oriflama;
que la sátira se enrosque
y que brinque el epigrama.

Beba el madrigal coqueto
en los lirios vino blanco,
y pensativo el soneto
descanse en rústico banco.

Tenue, frígido remusgo
entre los alcores sopla.
¡Cuántas perlas en el musgo
hay para tu cuello, copla!

Despierta, perezosilla,
despierta, que viene el alba…
Para hacerte una sombrilla
cortó Robín esta malva.

Deja tu alcoba: el jazmín
no en blando reposo olvides,
que te aguarda tu escarpín,
tu pequeño nomeolvides.

La persiana de cristal
que anoche tejió la escarcha
en tu cámara nupcial,
rompe de un soplo ¡y en marcha!

Ya no triste soliloquia
el nocturno ruiseñor,
y el gorrión madrugador
llama a misa en la parroquia.

Vamos al templo. Hoy es fiesta.
Tulipán dirá el sermón;
en la misa, gran orquesta;
y en la tarde, procesión.

Palomas y codornices,
con hojitas de azahares
remiendan sobrepellices
y componen los altares.

Un pobre topo, el más mandria
y apocado, barre el coro.
¡Hoy va a cantar la calandria,
la calandria de voz de oro!

Será el zenzontle, tenor;
jilguero, primer violín;
y maestro director
el arrogante clarín.

La pila de agua bendita
que está en el rincón umbrío,
es silvestre margarita
llena de fresco rocío.

El candelabro mayor
es una hermosa araucaria,
y aquel altar, siempre en flor,
es de santa pasionaria.

Mil cazoletas de almendro
perfuman el tabernáculo;
ya viene con mitra y báculo
monseñor el rododendro.

Van los breves aretillos
repicando cascabeles,
y detrás, rojos claveles
vestidos de monaguillos.

Doble sarta de corales
parecen: mira al monago
que marcha entre dos ciriales
y alza la cruz de Santiago.

Otro, guapo y petimetre
va con acetre e hisopo,
y el hisopo de su acetre
es un pompón de heliotropo.

Del coro bajo en las rejas,
absortas en sus plegarias,
se agrupan las trinitarias,
que tienen caras de viejas.

¿No miras los blancos cirios
de plateadas escamas?
Son encarrujados lirios,
y de mirto son las llamas.

A la camelia patricia
ya la azalea pizpireta
ve la azucena novicia
con sus ojos de violeta.

En un sitial la dahalia
como priora se esponja,
mientras la tórtola monja
entra de sayo y sandalia.

Abajo, frescas irídeas
cubren la arena del piso,
y forman árido friso
en los muros las orquídeas.

¿No oíste parar un coche?
Es del alcalde. ¡Qué gruesa
va la señora alcaldesa
con su dondiego de noche!

En cambio ¡qué jubilosas,
qué frescas y qué elegantes
están las jóvenes rosas!
¡Qué indevotos sus amantes!

Aquél que de negro viste,
el de las grandes ojeras,
es un pensamiento triste...
¡Sufre mucho! ¡Si supieras!…

Mas ¡silencio! ¡De rodillas!
Ya el monago de roquete
girar hace el rehilete
de azulinas campanillas.

Parece el altar brillante
ascua de plata inflamada.
¡Ya levanta el oficiante
la gardenia inmaculada!

Luego, una ráfaga fría
súbita baja del coro
y apaga la luz que ardía
en el gran trébol de oro.

Los rojos mirtos, prendidos
en los cirios, azulean,
se retuercen, parpadean
y quédanse al fin dormidos.

Sus pábilos en hilera
simulan negro rosario;
por la torcida escalera
baja el cuervo al santuario.

Frente al sagrario se hinca,
el agudo pico tiende
y, lámpara azul, se enciende,
tremulante, la pervinca.

Salgamos: la muda selva
derrama dulce beleño,
y esparce la madreselva
su apacible olor de sueño.

Cierran las flores sus broches (1)
calla la breve campana:
flores nuevas, buenas noches;
Musa azul, hasta mañana.

Ama Aprisa

Mientras ufana la risa
de tus labios no se aleje,
si quieres que te aconseje
¡ama aprisa!

Con raudo mariposeo
se va de ésta a aquella flor,
en las alas del deseo
libando el licor hibleo
del amor.

¡Seres y cosas felices
jamás tuvieron raíces!
Se ven marchitas las rosas
y mustias las margaritas…

¡Pero no se ven marchitas
ni alondras ni mariposas!
Con gentileza y donaire
se paran en donde quieren,
y cuando al cabo se mueren
su libre tumba es el aire.

¡Sé como
ellas
mientras tu destino rijas!...
Por verse en el cielo fijas
están tristes las estrellas.

Ama a cuantas
te quieran también amar,
porque siendo tantas, tantas
¡no las podrás recordar!

¡Ama al vuelo!...
que sólo las almas malas
están prendidas al suelo:
¡todo lo que sube al cielo
tiene alas!

Hoy, aquí; mañana, allá;
sin locura ni pasión
como quien de paso va
y seguro de que está
en casa su corazón;
haz la amorosa comedia
o la comedia divina…
¡Mas córtala si declina
en tragedia!

¡Todo en risa, todo en risa!
¡Todo entre galán y dama!
Sin amar a todas ama…
pero aprisa, muy aprisa.
Que así, yendo sin cesar
de esta flor a aquella flor,
cuando te quiera buscar
no te encontrará el dolor.
Mas ¡ay! que en esta infinita
mudanza eterna del alma
todo nuestro ser agita
sed insaciable de calma.
Sé para el amor travieso
en labios de hermosas locas,
y allí conoce las bocas…
¡pero no conoce el beso!
En las breñas del camino
se queda el alma cansada,
como túnica de lino
por las zarzas desgarrada.

Noche helada
cae al campo solitario,
como las noches del polo,
y envuelto en ese sudario
queda el espíritu solo.

Quiso Dios
que abran las almas el vuelo;
más sólo llegan al cielo
las que van de dos en dos.

Las otras vagan errantes,
en el espacio perdidas…
Pero, muertos o inconstantes,
ya no vendrán los amantes
de esas blancas prometidas.
Busca, busca a la mujer
que da paz al pecho herido,
y en llegándola a tener,
forma un nido.

¡Los pájaros son muy sabios!
Huye la risa de prisa,
y cuando se va la risa
¡qué secos quedan los labios!
No vuelan las ilusiones
ni ostentan sus ricas galas
sino teniendo par alas
dos alas de corazones.

Haz pues lo que te aconsejo;
como la hermosa un espejo,
así el alma busca ansiosa
otra alma tierna y amada,
y sólo se mira hermosa
si en ella está retratada.

Intranquilo cazador
que marchas entre las flores,
sabe que huyen los amores
y que es eterno el amor.
Y mientras para él no existe,
pierde el mirto su follaje
y aparece enfermo y triste;
mas ya verás cual se viste
en mayo, con rojo encaje.

Impacientes las palomas
vuelan por valles y lomas
de libres hacienda alarde
con caprichoso volar,
pera cuando cae la tarde,
regresan al palomar.

A La Corregidora

Al viejo primate, las nubes de incienso;
al héroe, los himnos; a Dios, el inmenso
de bosques y mares solemne rumor;
al púgil que vence, la copa murrina;
al mártir, las palmas; y a ti —la heroína—
las hojas de acanto y el trébol en flor.

Hay versos de oro y hay notas de plata;
mas busco, señora, la estrofa escarlata
que sea toda sangre, la estrofa oriental:
y húmedas, vivas, calientes y rojas,
a mí se me tienden las trémulas hojas
que en gráciles redes columpia el rosal.

¡Brotad, nuevas flores! ¡Surgid a la vida!
¡Despliega tus alas, gardenia entumida!
¡Botones, abríos! ¡Oh mirtos, arded!
¡Lucid, amapolas, los ricos briales!
¡Exúberas rosas, los pérsicos chales
de sedas joyantes al aire tended!

¿Oís un murmullo que, débil, remeda
el frote friolento de cauda de seda
en mármoles tersos o limpio marfil?
¿Oís?...¡Es la savia fecunda que asciende,
que hincha los tallos y rompe y enciende
los rojos capullos del príncipe Abril!

¡Oh noble señora! La tierra te canta
el salmo de vida, y a ti se levanta
el germen despierto y el núbil botón,
el lirio gallardo de cáliz erecto,
y fúlgido, leve, vibrando, el insecto
que rasga impaciente su blanda prisión.

La casta azucena, cual tímida monja,
inciensa tus aras; la dalia se esponja
como ave impaciente que quiere volar;
y astuta, prendiendo su encaje a la piedra,
en corvos festones circunda la yedra,
celosa y constante, señora, tu altar.

El chorro del agua con ímpetu rudo,
en alto su acero, brillante y desnudo,
bruñido su casco, rizado el airón,
y el iris por banda, buscándote salta
cual joven amante que brinca a la alta
velada cornisa de abierto balcón.

Venid a la fronda que os brinda hospedaje
¡oh pájaros raudos de rico plumaje!
Los nidos aguardan: ¡venid y cantad!
Cantad a la alondra que dijo al guerrero
el alba anunciando: ¡Desnuda tu acero,
despierta a los tuyos... Es hora... Marchad!

Ondas Muertas

En la sombra debajo de tierra,
donde nunca llegó la mirada,
se deslizan en curso infinito
silenciosas corrientes de agua.
Las primeras, al fin, sorprendidas
por el hierro que rocas taladra,
en inmenso penacho de espumas
hervorosas y límpidas saltan.
Mas las otras, en densa tiniebla,
retorciéndose siempre resbalan
sin hallar la salida que buscan,
a perpetuo correr condenadas.

A la mar se encaminan los ríos
y en su espejo movible de plata
van copiando los astros del cielo
o los pálidos tintes del alba:
ellos tienen cendales de flores,
en su seno las ninfas se bañan,
fecundizan los fértiles valles,
y sus ondas son de agua que canta.

En la fuente de mármoles níveos,
juguetona y traviesa es el agua
como niña que en regio palacio
sus collares de perlas desgrana;
ya cual flecha bruñida se eleva,
ya en abierto abanico se alza,
de diamantes salpica las hojas
o se duerme cantando en voz baja.

En el mar soberano las olas
los peñascos abruptos asaltan;
al moverse, la tierra conmueven
y en tumulto los cielos escalan.
Allí es vida y es fuerza invencible,
allí es reina colérica el agua,
como igual con los cielos combate
y con dioses y monstruos batalla.

¡Cuán distinta la negra corriente
a perpetua prisión condenada,
la que vive debajo de tierra
do ni yertos cadáveres bajan!
La que nunca la luz ha sentido,
la que nunca solloza ni canta,
esa muda que nadie conoce,
esa ciega que tienen esclava.

Como ella, de nadie sabidas,
como ella, de sombras cercadas,
sois vosotras también, las oscuras
silenciosas corrientes de mi alma.
¿Quién jamás conoció vuestro curso?
¡Nadie a veros benévolo baja!
Y muy hondo, muy hondo se extienden
vuestras olas cautivas que callan.

Y si paso os abrieran, saldríais,
como chorro bullente de agua,
que en columna rabiosa de espuma
sobre pinos y cedros se alza.
Pero nunca jamás, prisioneras,
sentiréis de la luz la mirada:
¡seguid siempre rodando en la sombra,
silenciosas corrientes del alma!

Mariposas

Ora blancas cual copos de nieve,
ora negras, azules o rojas,
en miríadas esmaltan el aire
y en los pétalos frescos retozan.
Leves saltan del cáliz abierto
como prófugas almas de rosas,
y con gracia gentil se columpian
en sus verdes hamacas de hojas.
Una chispa de luz les da vida
y una gota al caer las ahoga,
aparecen al claro del día
y ya muertas las halla la sombra.

¿Quién conoce sus nidos ocultos?
¿En qué sitio de noche reposan?
Las coquetas no tienen morada...
Las volubles no tienen alcoba...
Nacen, aman, y brillan y mueren
en el aire, al morir se transforman,
y se van, sin dejarnos su huella,
cual de tenue llovizna las gotas.
Tal vez unas en flores se truecan
y llamadas al cielo las otras,
con millones de alitas compactas
el arcoiris espléndido forman.
Vagabundas ¿en dónde está el nido?
Sultanita ¿qué harén te aprisiona?
¿A qué amante prefieres, coqueta?
¿En qué tumba dormís, mariposas?

¡Así vuelan y pasan y expiran
las quimeras de amor y de gloria,
esas alas brillantes del alma,
ora blancas, azules o rojas!
¿Quién conoce en qué sitio os perdisteis,
ilusiones que sois mariposas?
¡Cuán ligero voló vuestro enjambre
al caer en el alma la sombra!

Tú, la blanca, ¿por qué ya no vienes?
¿No eras fresco azahar de mi novia?
Te formé con un grumo del cirio
que de niño llevé a la parroquia;
eres casta, creyente, sencilla
y al posarte temblando en mi boca
murmurabas, heraldo de goces,
¡ya está cerca tu noche de bodas!

Ya no viene la blanca la buena.
Ya no viene tampoco la roja,
la que en sangre teñí, beso vivo,
al morder unos labios de rosa.
Ni la azul que me dijo: ¡Poeta!
Ni la de oro, promesa de gloria.
¡Ha caído la tarde en el alma!
¡Es de noche... ya no hay mariposas!

Encended ese cirio amarillo...
Ya vendrán en tumulto las otras,
las que tienen las alas muy negras
y se acercan en fúnebre ronda.
Compañeras, la pieza está sola;
si por mi alma os habéis enlutado
¡venid pronto, venid, mariposas!
Periodista y escritor mexicano, es uno de los más notables de su país. Nació y murió en la ciudad de México. Autodidacta, escribió crónicas sobre los más diversos temas, notas de viaje o críticas literarias, material que constituyó libros publicados póstumamente, como Hojas sueltas (1912) y Cuaresmas del Duque Job (1922). En 1894 fue cofundador de la Revista Azul, órgano del modernismo. Colaboró en unos cuarenta diarios y revistas utilizando numerosos seudónimos, como El cura de Jalatlaco, El Duque Job, Puck, Junius o Recamier. En prosa, al margen de su escritura periodística, hay que mencionar sus cuentos, de carácter poético, escritos con un humor irónico y abundante en imágenes. La música fue para él ejemplo de escritura. Pronto se separó del romanticismo (y de su vinculación política en México) y propuso una estética en la que la perfección formal es exactitud de vida. Poeta sin antecedentes, excepto las influencias de las escuelas francesas, la relación entre musicalidad y periodismo hace de sus poemas suntuosas obras líricas y al mismo tiempo exactas descripciones narrativas, a veces divertidas, a veces muy profundas. Es en este sentido un poeta que al mismo tiempo ve y oye. No sólo la totalidad del poema, sino cada una de sus imágenes tiene el peso exacto de lo cantado y lo contado. Sus Poemas se editaron al año de su muerte; entre ellos destacan La serenata de Schubert y Mis enlutadas.  
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#Aquiteleo Núm. 15 | Después de las carreras de Manuel Gutiérrez Nájera | Daniel Lávida.
"Frente a frente" Manuel Gutiérrez Nájera
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Poema Frente a Frente de Manuel Gutiérrez Nájera - Álvaro Alejandro Morales García
"Resucitarán " de Manuel Gutiérrez Nájera Voz Sissi Martínez
Manuel Gutiérrez Nájera (México) Rodrigo Villalobos (Guatemala)
"Mis enlutadas" poema de Manuel Gutiérrez Nájera.

Véase también

Juan nintendo
pobre
09/junio/2020
i
x(
06/febrero/2020

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