Canto de
la vida muerta
Atado a mi temblor,alto cultivo,
huésped amargo de mi sol furioso,
caí de mis glaciares interiores
a las rosas praderasque lamento.
Resido en estos campos encendidos
y toco con mis dedos de paloma
el tibio corazón del horizonte.
Desnudos arrasados,blancos valles
desdicen el celeste clamor.Altos
árboles que soportan mi esperanza
demoran su cristal de fiel ceniza
y,altares de este fuego momentáneo,
invaden el espacio con sus himnos.
Crepúsculos inmensos,tristes pájaros
acuden a las costas derribadas.
El lirio y la violeta no repiten
ya sus rondas azules y dulcíssimas.
Arcángeles sin armas,sombras puras
recorren las veredas extinguidas.
Asciende por las blancas oquedades
un obscuro dolor.Van sin orillas
las músicas,las islas.Iniciales
suplicios cierran círculos,anillos,
ciñendo mi pasión con su secreto.
¡No es la muerte!La muerte era la vida.
La muerte era este beso exasperado,
la muerte era este muro deslumbrante,
la muerte era este almendro florecido,
la muerte era mi voz enamorada,
la muerte era el recuerdo,era la mano,
la muerte era mi verde golondrina,
no este cisne sin luz,deshabitado,
no este absorto fulgor que no varía,
no esta forma perpetuamente sola,
no este sangre sin sangre y sin latido.
Ruinas celestes cavan mi dulzura,
los pórticos del mundo están abiertos.
Nada espera al estéril infortunio
más allá de las rotas mansedumbres.
La noche es el esplejo tembloroso.
¡Qué pérdida parcila nos arrebata
gota a gota,solemnes,lejanísimos!
¡Qué espada indestructible,qué planeta
vigila nuestra sed y nuestro abrazo!
Surgen,arden,destruyen,se propagan
los órdenes profundos,los ocultos.
Una calma inmutable pace nubes,
islas,sienes eternamente aisladas.
Allá no se comprende la amapola,
los sollozos carecen de sentido.
Inútiles la flor y el pensamiento
un mar de lisa piedra los domina.
Sin tocar con los labios esta inmensa
ternura que traspasa mis estrañas
transito por los campos derramados.
Unas alas caídas,un paisaje
impasible,de cerca o de platino,
un grito sin final y sin comienzo
existen,sin saber,sin conocerse.
Astros negados;verdes esmeraldas,
grandes zafiros de luz transparente,
lentos invaden el jardin dormido.
El día era una senda repetida,
una rueda de lívidos metales,
sobre las blandas cúpulas del muerto
del desolado mundo compartido.
Rubís exasperados flotan,suben,
rosas naranjas de rumor caliente.
La noche ha terminado;no es la vida.
La vida era aquel raso desgarrado
aquella disonancia innumerable
era el árbol perdido en el océano.
La vida era aquel mármol corrompido,
aquel sistema intenso de cadenas,
aquel monte de sangre,aquellas dulces
columnas de luz dulce,ya reseca:
un ciego debatirse junto al río
infinito de soles cementerios.
La vida era como un pañuelo blanco
agitado entre cumbres y gemidos,
era como fragancia infranqueable,
como yerma doncella visitada.
¡Virginales batallas!¡Albas cimas!
Un éxtasis de rosa o de martirio
desciende a mi silencio arrodillado.
Circundado por horas absolutas,
por severas murallas desposadas,
caída rama,resplandor incólume,
insisto em mi oración sin esperanza.
Llueven plumas de fuego,nievan llamas
y pétalos que encienden mis cabellos,
mis hombros graves,mi vestido blanco.
Huésped amargo de este sol furioso,
del demente laurel de mi presencia,
resido en estos cantos.La palabra
abre vivas ventanas en mi frente.
Ave del Paraíso me visitan,
espumas me acarician.Esta tierra
que yo amo me contempla con mis ojos
que sólo durarán lo que el relámpago.
En sus labios yo entono este Misterio,
yo niego,yo sollozo,yo bendigo,
y muero cada instante mientras ardo,
vencido por un hierro irresistible,
atado a mi temblor,alto cautivo.
Atado a mi temblor,alto cultivo,
huésped amargo de mi sol furioso,
caí de mis glaciares interiores
a las rosas praderasque lamento.
Resido en estos campos encendidos
y toco con mis dedos de paloma
el tibio corazón del horizonte.
Desnudos arrasados,blancos valles
desdicen el celeste clamor.Altos
árboles que soportan mi esperanza
demoran su cristal de fiel ceniza
y,altares de este fuego momentáneo,
invaden el espacio con sus himnos.
Crepúsculos inmensos,tristes pájaros
acuden a las costas derribadas.
El lirio y la violeta no repiten
ya sus rondas azules y dulcíssimas.
Arcángeles sin armas,sombras puras
recorren las veredas extinguidas.
Asciende por las blancas oquedades
un obscuro dolor.Van sin orillas
las músicas,las islas.Iniciales
suplicios cierran círculos,anillos,
ciñendo mi pasión con su secreto.
¡No es la muerte!La muerte era la vida.
La muerte era este beso exasperado,
la muerte era este muro deslumbrante,
la muerte era este almendro florecido,
la muerte era mi voz enamorada,
la muerte era el recuerdo,era la mano,
la muerte era mi verde golondrina,
no este cisne sin luz,deshabitado,
no este absorto fulgor que no varía,
no esta forma perpetuamente sola,
no este sangre sin sangre y sin latido.
Ruinas celestes cavan mi dulzura,
los pórticos del mundo están abiertos.
Nada espera al estéril infortunio
más allá de las rotas mansedumbres.
La noche es el esplejo tembloroso.
¡Qué pérdida parcila nos arrebata
gota a gota,solemnes,lejanísimos!
¡Qué espada indestructible,qué planeta
vigila nuestra sed y nuestro abrazo!
Surgen,arden,destruyen,se propagan
los órdenes profundos,los ocultos.
Una calma inmutable pace nubes,
islas,sienes eternamente aisladas.
Allá no se comprende la amapola,
los sollozos carecen de sentido.
Inútiles la flor y el pensamiento
un mar de lisa piedra los domina.
Sin tocar con los labios esta inmensa
ternura que traspasa mis estrañas
transito por los campos derramados.
Unas alas caídas,un paisaje
impasible,de cerca o de platino,
un grito sin final y sin comienzo
existen,sin saber,sin conocerse.
Astros negados;verdes esmeraldas,
grandes zafiros de luz transparente,
lentos invaden el jardin dormido.
El día era una senda repetida,
una rueda de lívidos metales,
sobre las blandas cúpulas del muerto
del desolado mundo compartido.
Rubís exasperados flotan,suben,
rosas naranjas de rumor caliente.
La noche ha terminado;no es la vida.
La vida era aquel raso desgarrado
aquella disonancia innumerable
era el árbol perdido en el océano.
La vida era aquel mármol corrompido,
aquel sistema intenso de cadenas,
aquel monte de sangre,aquellas dulces
columnas de luz dulce,ya reseca:
un ciego debatirse junto al río
infinito de soles cementerios.
La vida era como un pañuelo blanco
agitado entre cumbres y gemidos,
era como fragancia infranqueable,
como yerma doncella visitada.
¡Virginales batallas!¡Albas cimas!
Un éxtasis de rosa o de martirio
desciende a mi silencio arrodillado.
Circundado por horas absolutas,
por severas murallas desposadas,
caída rama,resplandor incólume,
insisto em mi oración sin esperanza.
Llueven plumas de fuego,nievan llamas
y pétalos que encienden mis cabellos,
mis hombros graves,mi vestido blanco.
Huésped amargo de este sol furioso,
del demente laurel de mi presencia,
resido en estos cantos.La palabra
abre vivas ventanas en mi frente.
Ave del Paraíso me visitan,
espumas me acarician.Esta tierra
que yo amo me contempla con mis ojos
que sólo durarán lo que el relámpago.
En sus labios yo entono este Misterio,
yo niego,yo sollozo,yo bendigo,
y muero cada instante mientras ardo,
vencido por un hierro irresistible,
atado a mi temblor,alto cautivo.
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