José Echegaray
Engenheiro civil, economista, matemático, político e dramaturgo espanhol. Os conflitos envolvendo o sentido do dever estão no cerne da maior parte das suas peças,
1832-04-19 Madrid
1916-09-14 Madrid
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Tres encuentros
Primer encuentro
Un niño de tersa frente
y la muerte carcomida,
en la senda de la vida
y en el borde de una fuente,
por su bien o por su mal
una mañana se hallaron
y sedientos se inclinaron
sobre el líquido cristal.
Se inclinaron, y en la esfera
cristalina vióse al punto
de un niño el rostro muy junto
a una seca calavera.
La Muerte dijo: "¡Qué hermoso!"
-"¡Que horrible!"-el niño pensó;
bebió aprisa y se escapó
por el bosque presuroso.
Segundo encuentro
Pasó el tiempo, y cierto día,
ya el sol en toda su altura,
en la misma fuente pura
bebieron en compañía,
por su bien o por su daño
la Muerte y un hombre fuerte;
la de siempre era la muerte;
el hombre el niño de antaño.
Como vióse de los dos
la imagen en el cristal
con la luz matutinal
que manda a los mundos Dios,
la del hombre, áspera tez,
y la imagen hosca y fiera
de su helada compañera,
se pintaron esta vez.
Bajo el agua limpia y fría
sus reflejos observaron:
como entonces se miraron
se miraron todavía.
Ella dijo no sé qué
señalando hacia el espejo.
Él murmuró: "¡Pobre viejo!",
bebió despacio y se fue.
Tercer encuentro
Cae la tarde; el sol anega
en pardas nubes su luz;
envuelta en negro capuz
medrosa la noche llega.
Dos sombras van a la fuente,
las dos beben a porfía,
y aún no sacia el agua fría
sed atrasada y ardiente.
Se miran y no se ven;
pero pronto por fortuna
subirá al cielo la luna
y podrán mirarse bien.
Al fin su luz transparente
el espacio iluminó,
y en espejo convirtió
los cristales de la fuente.
Y eran las dos sombras ideales,
bajo el agua sumergidas,
de tal modo parecidas,
que al partir las sombras reales
de sus destinos en pos,
o por darse mala maña,
o por confusión extraña,
cada sombra de las dos
tomó en el líquido espejo
lo primero que encontróse,
y, sin notarlo, llevóse
de la otra sombra el reflejo.
Un niño de tersa frente
y la muerte carcomida,
en la senda de la vida
y en el borde de una fuente,
por su bien o por su mal
una mañana se hallaron
y sedientos se inclinaron
sobre el líquido cristal.
Se inclinaron, y en la esfera
cristalina vióse al punto
de un niño el rostro muy junto
a una seca calavera.
La Muerte dijo: "¡Qué hermoso!"
-"¡Que horrible!"-el niño pensó;
bebió aprisa y se escapó
por el bosque presuroso.
Segundo encuentro
Pasó el tiempo, y cierto día,
ya el sol en toda su altura,
en la misma fuente pura
bebieron en compañía,
por su bien o por su daño
la Muerte y un hombre fuerte;
la de siempre era la muerte;
el hombre el niño de antaño.
Como vióse de los dos
la imagen en el cristal
con la luz matutinal
que manda a los mundos Dios,
la del hombre, áspera tez,
y la imagen hosca y fiera
de su helada compañera,
se pintaron esta vez.
Bajo el agua limpia y fría
sus reflejos observaron:
como entonces se miraron
se miraron todavía.
Ella dijo no sé qué
señalando hacia el espejo.
Él murmuró: "¡Pobre viejo!",
bebió despacio y se fue.
Tercer encuentro
Cae la tarde; el sol anega
en pardas nubes su luz;
envuelta en negro capuz
medrosa la noche llega.
Dos sombras van a la fuente,
las dos beben a porfía,
y aún no sacia el agua fría
sed atrasada y ardiente.
Se miran y no se ven;
pero pronto por fortuna
subirá al cielo la luna
y podrán mirarse bien.
Al fin su luz transparente
el espacio iluminó,
y en espejo convirtió
los cristales de la fuente.
Y eran las dos sombras ideales,
bajo el agua sumergidas,
de tal modo parecidas,
que al partir las sombras reales
de sus destinos en pos,
o por darse mala maña,
o por confusión extraña,
cada sombra de las dos
tomó en el líquido espejo
lo primero que encontróse,
y, sin notarlo, llevóse
de la otra sombra el reflejo.
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